De las luces de la botica a la energía inteligente

Hoy en día podemos caminar bajo las farolas del alumbrado público que hay en aldeas, villas y ciudades. Podemos cargar el móvil en distintas zonas de nuestras casas casi sin movernos. La luz es un bien básico e imprescindible y el debate está más centrado en el ahorro y la eficiencia que en el propio servicio. Pero todo tiene su historia.

En 1852, Francisco Domenech cumplía su sueño y lograba iluminar la botica de su propiedad. Esto sucedía en Barcelona y se considera cómo la primera aplicación práctica de la electricidad. El mismo año, en Madrid se iluminaba la plaza de la Armería y el Congreso de los Diputados mediante una pila galvánica.

Tuvieron que pasar algo más de dos décadas para que se empezara a gestar la llamada industria eléctrica. También en Barcelona, en 1875, Xifra & Dalmau suministraban electricidad a distintos puntos de la ciudad condal con motores de gas que impulsaban a las máquinas Gramme, para obtener la energía eléctrica deseada.

Electrificación de grandes ciudades

En 1877 comienza funcionar el primer ascensor eléctrico del estado español, y cuatro años después se crea la Sociedad Española de Electricidad con un capital de 20 millones de pesetas. Esta entidad promocionó la electrificación de grandes ciudades como Barcelona, Madrid, Valencia o Bilbao. Pero fue Girona, la localidad en la que se inauguró (en 1886) la primera red de alumbrado público.

Los años siguientes serían de regulación del incipiente mercado eléctrico. Al tiempo que crecía, la administración iba aplicando nuevas normativas. Y continuaba progresando en la recta final del siglo XIX y en los sucesivos. Hasta nuestros días.

Los grandes avances de la historia provocaron un mensaje vanguardista en su momento y suscitaron importantes debates. Aquellas luces que relucían en la botica del Sr. Domenech eran la apuesta por la energía inteligente a la que hoy podemos acceder sin complicaciones, para garantizar el ahorro, la atención personalizada, el compromiso ambiental y un servicio satisfactorio.